Hoy, mientras iba paseando, me he cruzado con una de esas personas: la señora Ramona.
Decir su nombre me lleva a mi infancia, sobre todo a los domingos y fiestas señaladas, en que después de misa, te ibas al quiosco a comprarte las chuches que te vendía con más paciencia que el santo Job. Nunca se cabreaba, siempre con una sonrisa. ¿No te llegaba el dinero?...pues venga, vamos a ver como lo solucionamos. ¿El periódico del domingo? Se lo llevo a la puerta de su casa, no se preocupe!
Cuando se jubiló, desapareció su quiosco, y para mí, toda una institución.
1 comentario:
Tienes toda la razón. Venga a darles nombres de calles a gente famosa y con perras y hay muchísima gente anónima que lo merece cuaranta mil veces más.
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