martes, 23 de junio de 2009

MANIFIESTO POR LA MÚSICA, DE CARMEN PARÍS


TODAS LAS MÚSICAS SON CULTURA
¿Qué es la Música?: “El arte de combinar los sonidos y éstos con el
tiempo” (rezaba la definición del clásico método de solfeo).
La música, históricamente, ha surgido del sentir y el pensar de los
pueblos. Cada cultura atesora sus músicas que la identifican. Y ¿qué es
cultura?, pues hasta en la Wikipedia encontramos: “es el conjunto de
todas las formas y expresiones de una sociedad determinada que
incluye costumbres, códigos, maneras de ser y hablar, rituales,
celebraciones, expresiones artísticas, etc.” También encontramos
clasificaciones de la cultura. Y según la dirección que ésta toma en el
tiempo puede ser:
- Postfigurativa: la que mira al pasado para repetirlo en el presente.
- Configurativa: la que reproduce modelos contemporáneos.
- Prefigurativa: la que se proyecta con pautas y comportamientos
nuevos no tomando lo existente como modelo sino como referente.
Es decir, que tanto las músicas que reproducen el pasado, como las
que reproducen el presente, como las que se proyectan al futuro, son
culturales. TODAS LAS MÚSICAS SON CULTURA. Esta afirmación que
puede parecer una verdad clara, sigue sin ser reconocida por las
políticas culturales de la España europea de 2009 que sólo consideran
“Cultura” a la música postfigurativa, la que reproduce el pasado, dejando
por tanto a las músicas del presente y a las que proyectan al futuro,
abandonadas a las leyes del mercado monopolizador al que sólo
interesan fórmulas musicales elementales y repetitivas de nulo riesgo
artístico, para el consumo masivo. A la teología de la “maximización de
beneficios” que rige los mercados mundiales, le traen sin cuidado la
diversidad cultural y estilística o la excelencia artística pues son valores
que no cotizan en bolsa.
El teatro, la danza y el cine, son considerados cultura y reciben por ello
ayudas y subvenciones que les proporcionan cobertura del Estado frente
a la dictadura mercantil. Si todos entendemos que esto debe hacerse
para proteger la cultura, es de justicia que todas las músicas también
tengan igual consideración.
La música y las artes deberían estar bien integradas en la educación
primaria pues está demostrado que favorecen el aprendizaje, ayudan al
desarrollo equilibrado del cerebro e incentivan la creatividad. Es
necesaria una enseñanza musical reconocida que homologue
titulaciones y equipare entre ellos las condiciones laborales del
profesorado musical, que actualice la pedagogía con los últimos avances
educativos, que incluya todas las músicas en los programas de estudio y
que reconozca la carrera de música como una licenciatura con sus
especializaciones. Es necesario crear y mantener un circuito estable y
variado de conciertos a lo largo del año pues si no, todo se concentra en
el mercado de verano que copan mayoritariamente los fenómenos de
superventas cuyos exorbitantes cachets dificultan en gran medida la
contratación de más artistas con cachets más bajos. Es necesario que
las administraciones favorezcan la iniciativa privada y homologuen de
una vez las licencias para salas de música en vivo y dejen de
considerarlas como meras salas recreativas. Que se reconozca la labor
cultural que desarrollan y se les apliquen criterios culturales. Son
necesarios un convenio profesional que unifique licencias y epígrafes de
actividades económicas, un sistema de cotización adaptado, un régimen
fiscal que tenga en cuenta las rentas irregulares de los que trabajamos
en la música. Es necesario fomentar más intercambio musical entre
comunidades y entre países y hacen falta más ayudas para giras en el
extranjero. Es necesario incentivar la creatividad, la autoproducción y
facilitar locales de ensayo a los jóvenes músicos… En definitiva, queda
mucho por hacer en la música de nuestro país.
La desprotección y desconsideración hacia la música que estas
necesidades manifiestan no son consecuencia de la crisis sino que
forman parte de las causas del deterioro. Estas condiciones que hacen
de la música una larga carrera de fondo jalonada de obstáculos y simas,
son las que padecemos desde hace ya demasiados años, la gente que
dedicamos la vida a la música y aunque yo sea una prueba andante de
resistencia y adaptación al medio, no todo el mundo puede mantener
eternamente las exigencias y renuncias que conlleva. Estamos, por ello,
desaprovechando y perdiendo muchos talentos de nuestra cultura desde
hace demasiado tiempo.
Los creadores, músicos e intérpretes que conforman el tejido cultural de
una sociedad y la mantienen viva, son muchísima más gente además de
los artistas famosos y generan trabajo: oficinas de contratación,
entidades de gestión de derechos, representantes, promotores, personal
técnico, chóferes, empresas de alquiler de sonido y luces, de alquiler de
vehículos, hostelería, etc., además de las discográficas tanto grandes
como pequeñas.
La industria de la música somos todos pero los dueños de la fábrica, que
hasta hace poco eran las corporaciones discográficas, están
desapareciendo o siendo fagocitados por unos nuevos dueños más
poderosos: las corporaciones de comunicación. Estos nuevos dueños
han conseguido superar en tiranía a los anteriores que daban un trocito
de sus enormes beneficios a autores y artistas. Ahora, los nuevos, se lo
quedan todo. Muchos son los millones de euros que genera la música en
la red recaudados a los usuarios en forma de altas, cuotas, cánones y
ventas de aparatos reproductores con su pantalla táctil, y su tarifa plana
para que descargues y descargues mucha música de la que a ti te gusta,
etc, etc. ¿Y a los autores y artistas?, ¿qué les llega de este inmenso
negocio?. La respuesta es nada (a no ser que se considere algo
cantidades como 12 euros al semestre por concepto de canon).
Ante este panorama de “río revuelto, ganancia de pescadores”, ¿se
habrán unido los músicos y los artistas haciendo frente común ante el
atropello?. Pues unos cuantos lo han hecho pero la mayoría intenta
salvarse de la quema por su cuenta. Las crisis también son
oportunidades para crecer y para romper patrones rígidos establecidos.
Si permanecemos en la inacción y en la desunión, nuestra suerte está
echada.
Quisiera, con este manifiesto, hacer un llamamiento a mis compañeros
de profesión y no sólo ofrecer una crónica del estado en el que se
encuentra la música hecha en España en los albores del tercer milenio.
Si nos unimos todos los implicados en el sector, podremos mejorar las
deterioradas condiciones en las que desarrollamos nuestra labor. La
propuesta de varias asociaciones “Por una ley de la música”, requiere
apoyo para ser escuchada. En nuestras manos está hacerla valer.
La música sintoniza los corazones, disuelve las barreras y es el mejor
instrumento de entendimiento entre los pueblos. Por un mundo más
armonizado, salvemos la música.
Carmen París
21 de Junio de 2009

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